Post filosófico-melancólico del mes.

Desde chico siempre me llamo la atención todo el tiempo y el esfuerzo que cuesta construir algo, y la rapidez y la facilidad con la que puede ser destruido. Creo que todo cae en esta máxima, tanto las cosas materiales, como la amistad, las parejas, la familia… todo.

En estos días estuve pensando mucho en esto, porque esta semana se cerró una historia que lleva ya cinco años y que fue sin duda una de las cosas más importantes que me pasó en la vida. Y digo “cosa” aunque odie la ambigüedad de esta palabra, porque significo mucho para mí en todo sentido, oportunidades profesionales, académicas, amistades y la posibilidad de pasar en USA dos años increíbles.

Esta semana renuncié a mi trabajo en GSPM (mi universidad), un trabajo que empezó tímida e intermitentemente hace cinco años cuando fui a ayudar en mi primer seminario, se consolidó en el 2008 cuando me vine a estudiar el master gracias a que esta posición de Research Assitant no solo me daba un sueldo sino que también me ayudaba con la cuota de la facu. Pero un día salió otra oportunidad que simplemente no era compatible con este trabajo y zas! De un día para otro me fui. Ya no tengo que ir más, ya hay alguien en la oficina ocupando mi lugar y, de golpe, es como si nunca hubiera estado. Sin más, sin ceremonias, grandes discursos, ni nada…

Es difícil darse cuenta que el mundo sigue girando pese a todo, pero se siente raro….